De regreso de Lisboa decido quedarme en Montáchez un pueblo de la sierra, en Cáceres provincia de Extremadura. Donde el calor aprieta por cierto y que la altitud mitiga en cierta manera. Pero eso, en cierta manera. Este año ha sido especialmente caluroso en España. Y es aquí donde la vida se ha parado, de repente. Cierto es que ir a un lugar a mesa puesta hace que este hecho sea más fácil de conseguir. He podido disfrutar del silencio en un pueblo cuyo censo es de 1800 personas aproximadamente y que en verano se multiplica pero que me ha posibilitado frenar en mi vida. Descansar, alimentarme con los guisos de la ama y finalmente tratar de encontrarnos a nosotros mismos que es muy difícil en los lugares donde vivimos y sobre todo por las circunstancias que nos rodean, niños, trabajos, quehaceres….
Volver a tener recuerdos de infancia, adolescencia… todos los años se repiten las sensaciones. Pasear y oler la fragancia a jamón que recorre el pueblo, ya que es un pueblo jamonero, junto a los niños que van a la piscina y ver a los jovencitos que empiezan sus escarceos amorosos hace que a pesar de revivir estos momentos desde hace más de veinte años no me cansé de esta sensación irrepetible. La altitud del pueblo facilita tener una puesta de sol increíble durante los meses de agosto que es cuando yo las disfruto y es precisamente aquí donde deseo acabar en futuro lejano. Esparcido al antojo del viento y unirme con la historia de mis antepasados.